Unos nos acercamos a otros que nos atraen por alguna razón, aun si es inexplicable, es por algo que dicen o hacen, así apartándonos de algunos más que no nos gustan como aquellos a los que nos acercamos. De hecho, a los que no nos atraen, los evitamos, no contestamos sus llamadas, a veces nos vemos forzados por ellos mismos a despreciarlos abiertamente («en buena onda ya no me llames») mientras nosotros cortejamos, deseamos, y si batallamos lo suficiente, «obtenemos» la atención de otros que deseamos hacer que nos «quieran», aun si esos seres perfectos que nos atraen no nos van a querer como nosotros a ellos y finalmente acabarán por hacernos polvo, de modo humillante (como nosotros a los que no quisimos), en un futuro, las más de las veces no muy lejano. Viéndolo de este modo, es como formar una especie de círculo imperfecto, cadena de afectos correspondidos, bien y mal, y a veces no correspondidos para nada, otras, fracturados, averiados, peligrosos.

 

Miguel Cane
Todas las fiestas de mañana