Se comienza a hacer el amor
con la mirada y la voz.

Y cuando esto resulta insuficiente,
se continúa con cada una de las neuronas,
con cada nervio, con cada arteria,
con el calor de los labios,
con la ternura de las yemas de los dedos,
con la ansiedad de las uñas,
con la humedad cristalina de la punta de la lengua y,
finalmente,
se hace el amor con cada trozo de recuerdo,
con cada sístole del corazón,
con cada diástole,
con cada frustración y deseo.

Carlos Chávez Toro