Esa frase es cierta, y no lo digo porque yo este lastimada o sea una persona exenta de esperanzas, si no porque simplemente lo es.

Nuestros corazones dejan de ser altruistas y se vuelven recíprocos, porque una vez que han sido rotos, solo esperan recibir algo a cambio, ser correspondidos en muchos aspectos y nos damos cuenta de que el dicho “da sin esperar nada a cambio” sólo fue válido hasta cierto punto, hasta el punto en el que caímos una y otra vez en las mismas dagas de personas a las que les “diste mucho sin esperar nada a cambio” y llegaste a un límite que denotó tu fragilidad.

Ahora la añoranza se vuelve rutina y no es por irme a extremos, si no porque tristemente es cosa de todos los días. Las personas no hemos aprendido de las experiencias antiguas, seguimos conformándonos con el estúpido “sigue a tu corazón” y nos cegamos completamente, nos alimentamos de palabras y hechos que no son reales, es decir, de un amor falso, mentiras maquilladas de color rosa. Y, ¿qué obtenemos a cambio?, que nuestro inocuo corazón quede hecho pedazos.

Nos preguntamos ¿por qué? una y otra vez y no aprendemos a salir de este encierro. Damos todo lo que tenemos sin recibir nada a cambio y terminamos con nada. Patéticamente terminamos con lágrimas transversales, algunas veces infinitas. Y no hay nadie ahí para secarlas, o quizá, puede que este la persona que las provocó aunque eso no significa que le importe.

La mayoría del tiempo estamos solos y a veces, sólo a veces, esta alguien que de verdad las vale, alguien a quien realmente le importamos, que nos ama a pesar de las controversias. Nosotros merecemos caminar con alguien a través de este laberinto, con alguien a quien de verdad le importe, alguien que pasaría su tiempo sosteniendo nuestra mano para no perdernos, y en ocasiones, que se pierda con nosotros, y aún mejor, que se pierda con nosotros en el amor.

Merecemos tener un amor simultaneo, un amor desmesurado, excesivo pero nunca obsesivo, que no conmocione a nuestro corazón con razones inútiles y afiladas. Merecemos a alguien que nos de su corazón a cambio del nuestro, que lo acepte y lo cuide de sus errores. Merecemos a alguien que nos haga sentir como si nuestro corazón nunca antes hubiera estado roto.

 

La niña de porcelana