Un día cualquiera en una ciudad cualquiera de un país cualquiera, nació una niña preciosa. Sus maravillosos ojos lo miraban todo con curiosidad. Y cuando empezó a caminar por la ciudad le dijeron que para ser guapa había que llevar vestidos bonitos y dejó de sentirse guapa si no llevaba un lindo vestido.

Y le dijeron que si cambiaba el color de su piel, sería mas guapa, y le enseñaron a maquillarse. Y dejó de sentirse guapa si no iba maquillada.

La dijeron que para ser guapa tenía que ser más alta, y sufrió sus primeros tacones. Y se sentía bajita, enana, si no llevaba tacones.

Le dijeron que para ser guapa tenía que ser delgada, y ya nunca pudo comer lo que le gustaba, sin sentirse culpable.

Y le dijeron que su pelo, y le dijeron que su cintura, y le dijeron que su pecho. Hasta que aquella niña se sentía tan fea, que todos los días necesitaba hacer grandes sacrificios para sentirse un poco más guapa.

Terminó por estropearse la piel, maquillándose a diario, destrozarse los pies al llevar tacones muchas horas, desnutrirse al mantenerse extremadamente delgada.

Le habían enseñado a no quererse como era, a necesitar cientos de añadidos ortopédicos para ser digna de los demás. Hasta que empezó a temer que los demás descubrieran como era ella en realidad. Y sintiéndose fea, se enamoró de un chico que la trataba como si ella no fuera digna de él, y a ella le pareció normal. Y sintiéndose así, fea, sin aceptarse a si misma, permitió que la maltratara.

No olvides nunca que la verdadera belleza es una actitud, y que eres increiblemente preciosa cuando eres auténtica.