Un hombre fue invitado a comer en la mansión de unas personas muy ricas, y llegó al ágape ataviado con ropas modestas. Al instante, advirtió que los anfitriones eludían saludarlo y que los camareros evitaban servirlo.

Como vivía cerca, corrió a su casa y se vistió con una túnica muy cara y lujosa. Así volvió al banquete, donde nadie había reparado en su ausencia. A su regreso, los dueños de la casa lo recibieron cortésmente y los criados mostraron ante él grandes ademanes de respeto.

Llegado el momento de la cena, aquel hombre se quitó la túnica y la arrojó en medio de los manjares. – ¿Por qué haces eso?, le preguntaron extrañados los anfitriones. – Ha sido mi túnica y no yo la que ha recibido vuestro respeto y atenciones. Que sea ella la que se quede a comer. Dicho lo cual, aquél hombre abandonó aquella casa

 Cuento sufí