A los niños les llenamos de cosas, pero a veces les negamos lo que más necesitan: ternura, compañía y afecto. Un niño escribió una «plegaria» que decía:

“Señor hoy te pido algo especial: convertirme en un televisor. Quisiera ocupar su lugar. Quisiera vivir lo que vive la tele de mi casa. Es decir, tener un cuarto especial para mí y reunir a todos los miembros de mi familia a mí alrededor.

Quisiera ser tomado en serio cuando hablo. Convertirme en el centro de atención al que todos quieran escuchar sin interrumpirle ni cuestionarle.

Quisiera sentir el cuidado especial que recibe la tele cuando algo no funciona.

Y tener la compañía de mi papá cuando llega a casa, aunque esté cansado del trabajo. Y que mi mamá me busque cuando esté sola y aburrida en lugar de ignorarme. Y que mis hermanos se peleen por estar conmigo…

Y que pueda divertirlos a todos, aunque a veces no les diga nada. Quisiera vivir la sensación de que lo dejen todo por estar unos momentos a mi lado.

Señor, no te pido mucho. Sólo vivir lo que vive cualquier televisor”.