Resulta que el mulá Nasrudín se casó. Se fue a las montañas a pasar la luna de miel. La primera noche, a medianoche, alguien llamó a la puerta. Nasrudín se levantó y abrió la puerta. Apareció un hombre con una pistola en la mano, un ladrón. Entró. Pero se olvidó del robo en cuanto vio a la esposa del mulá Nasrudín, que era una bella joven. Se olvidó de todo deseo de robar. Y le dijo al mulá Nasrudín: – Quédate en ese rincón.

Entonces trazó un círculo a su alrededor y le dijo: No des un paso fuera del círculo, si das un paso, estás acabado. Luego besó a la esposa de Nasrudín y le hizo el amor. Cuando se hubo marchado, la esposa dijo: – ¿Pero qué clase de hombre eres? ¡Ahí de pie observando a otro hombre hacerle el amor a tu esposa!
– ¡No soy ningún cobarde! –Dijo Nasrudín, y continuó triunfante-: ¡Siempre que me daba la espalda salía del círculo, y no solo en una ocasión, sino tres veces!

Así es como el ego se las apaña para cuidar de sí mismo, saliendo del círculo. Cuando os dan la espalda, cuando la muerte no os mira, entonces dais un paso. Y no solo una vez, ¡tres! Y entonces os sentís bien. Y os digo que todos estáis en un rincón metidos en un círculo. Estáis ahí metidos y de vez en cuando salís solo para sentir que no sois cobardes. Pero el ego es un cobarde, no puede ser otra cosa. No se puede ser valiente con ego; es algo imposible, no es natural.