Cuando me amé de verdad…,
comprendí que en cualquier circunstancia
yo estaba en el lugar correcto, en la hora exacta, en el momento exacto.
Entonces, me relajé…
Hoy sé que eso tiene nombre: autoestima.

Cuando me amé de verdad…,
me di cuenta de que mi angustia y sufrimientos emocionales
no pasan de ser una señal de que voy en contra de mis verdades…
Hoy sé que eso es… autenticidad.

Cuando me amé de verdad…,
dejé de desear que mi vida fuese distinta
y comencé a ver que todo lo que sucede contribuye a mi crecimiento…
Hoy a eso le llamo… madurez .

Cuando me amé de verdad…,
comencé a entender cómo es ofensivo forzar alguna situación
o a alguien sólo para realizar mis deseos…
Hoy sé que el nombre a esto es… respeto.

Cuando me amé de verdad…,
comencé a despojarme de todo lo que no fuera saludable:
personas, tareas y cualquier cosa que me desanimara.
En principio, mi razón me llamó la atención
acerca de esa actitud de egoísmo…
Hoy sé que se llama… amor propio.

Cuando me amé de verdad…,
dejé de temerle a mi tiempo libre y de hacer grandes planes.
Abandoné proyectar a muy largo plazo.
Hoy hago lo que considero correcto,
lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo…
Hoy sé que eso es… simplicidad.

Cuando me amé de verdad…,
desistí de querer tener siempre la razón
y con eso cometí menos errores…
Hoy descubrí la… humildad.

Cuando me amé de verdad…,
dejé de revivir el pasado y de preocuparme por el futuro.
Ahora, me mantengo en el presente,
que es donde la vida realmente ocurre…
Hoy vivo un día a la vez… Eso es… plenitud.

Cuando me amé de verdad…
entendí que mi mente puede perturbarme y decepcionarme.
Pero cuando la coloco al servicio del corazón,
se torna una enorme y valiosa aliada…
Todo eso es… saber vivir

 

Basado en un texto del libro "Cuando empecé a quererme" de Kim E Alison McMillen