Yo tengo gallinas y usted tiene un huerto con tomates. Yo quiero tomates y usted quiere huevos, ¿qué hacemos? Un intercambio…Un simple intercambio. Por ejemplo, un huevo por cada tomate.

– Así eran las cosas al principio, pero claro, a veces sus tomates serán mejores y a veces peores, o tal vez yo quiera un caballo y no tenga muy claro cuántos huevos necesito. Pero si usamos como referencia, por ejemplo, es un simple ejemplo, un poco de oro…El oro es bonito, brilla y no hay demasiado, es valioso. Asi que podemos hacer una tabla de conversión. Si una docena de huevos vale lo mismo que una pepita de oro y un caballo cuesta cien pepitas, es fácil saber que un caballo vale lo mismo que…

– Que cien docenas de huevos.

– Sencillo ¿verdad? El oro se convierte así en moneda de cambio, para simplificar… Ya no se puede comprar un caballo con huevos… se cambian los huevos por monedas y se acerca uno al establo. Bonito ¿verdad?. Ese es el primer paso, todo es más o menos igual que al principio, salvo que ahora necesitamos oro para comprar las cosas que no producimos: leche, carne, ropas, herramientas, … en fin.

– La persona que inventó el sistema tiene un establecimiento, un lugar donde se almacena el oro y nosotros podemos conseguirlo.

El hombre es un altruista, claro, no quiere vendernos el oro, le basta con prestárnoslo… Por ejemplo, a mí me da diez monedas, para mí y me las deja en préstamo durante doce meses. Solo me pide un módico interés lógico, pongamos que un 10%; eso sí, el arriesga su oro y yo no arriesgo nada, así que necesita una garantía para cubrir la posibilidad de que yo no cumpla mi parte del trato(…). En su caso, si también quiere oro, hipotecará su huerto, así que el hombre le presta diez monedas. ¿A cambio de sus zanahorias? No. Usted sigue con sus tomates y sus zanahorias, no se tiene que deshacer de nada y puede seguir comerciando. Solo tiene que devolver al banco once monedas al cabo de un año, las diez que le prestaron más el interés ¿cómo lo hará?

– Bueno, tengo un huerto, puedo vender mis productos.

– Y tiene usted todo un año; sólo si no cumple, el banco se quedará con el huerto ¿de acuerdo? No hay problema, ¿hay problema? No hay problema ¿cuál es el problema?

Imaginemos que le banco posee una cantidad total de, digamos, cien monedas de oro, que es la cantidad total de oro que existe, cien monedas, ni una más.

– Además del hombre bueno existimos otras diez personas; usted, yo, un herrero, tal vez un par de ganaderos, una costurera…. Todos necesitamos dinero para comprar y todos hemos pedido un préstamo, diez monedas para cada uno, un total de cien monedas. ¿Se pierde? Claro que no, el banquero nos ha entregado todo su oro, con absoluta generosidad ¿y a cambio de qué?, ¿un simple 10%? ¿Una monedita por persona? Es justo.

– Pero…

– Eso es. Pero. Según Pitágoras, tenemos un problema: si al cabo de doce meses hemos de pagar al banco once monedas cada uno ¿de dónde las vamos a sacar? once monedas cada uno son 110 monedas; eso significa que existen diez monedas en intereses que nunca podrán pagarse, nunca, suceda lo que suceda.

– ¡No hay problema! El Banco fue inventado para facilitar las cosas, no para complicarlas, hay una solución razonable: «no se preocupen, devuélvanme sólo los intereses, una moneda cada uno…, esperaré y el próximo año ya me devolverán la cantidad prestada inicialmente» Las primeras diez monedas en definitiva. Adelante.

– Sin embargo… sin embargo si devolvemos una moneda, nos quedarán nueve, nueve cada uno así que si… si aún debemos diez monedas, al cabo de un año seguiremos con el mismo problema y, además… tendremos menos dinero.

– Correcto. Una moneda menos que el año anterior, si repetimos la operación durante diez años, y eso siempre que nos dejen pagar solo el interés, en ese tiempo nos quedaremos sin nada, desaparecerá todo el dinero ¡y sin embargo seguiremos debiendo el préstamo inicial!

– El banco habrá recuperado todo el oro, nosotros no tendremos nada, y aún deberemos lo que nos prestaron al principio, 100 monedas entre todos, que nunca podremos devolver porque, sencillamente, no existen…

– Así que perderemos las tierras, los animales y los alimentos que hipotecamos como garantía al principio, hace diez años. En diez años el banco tendrá lo que tenía al principio… más todas nuestras posesiones y nosotros no tendremos nada, absolutamente nada, con lo que en la práctica nos habremos convertido… en esclavos del banco ¿y por qué? Por nada y a cambio de nada.

 

Concursante (2007)